domingo, 22 de febrero de 2015

La Visual de... El hogar al revés 

-Marcos Betanzos* @MBetanzos

Encontré en Urbi Villa del Prado un muy buen ejemplo para entender el hacinamiento social: una colonia lejana, nueva, invadida por la delincuencia y completamente olvidada por el gobierno y la sociedad”.

Itzel Martínez del Cañizo describe así un conjunto de casas que se encuentran en una de las zonas más marginadas de Tijuana y que es habitado principalmente por trabajadores de las maquiladoras; otro caso más de los que se conocen y nacen sin cesar a lo largo y ancho del país, bajo la encomienda del Estado y sus políticas para satisfacer la demanda y el derecho de una “vivienda digna”, a la cual se accede a través de instrumentos crediticios que reiteran que lo último que importa es la arquitectura, el urbanismo para hacer ciudad y sí, algo más grave aún: las personas que los habitan padeciendo la nula planificación de este tipo de soluciones convertidas en negocios millonarios.
Ese es el escenario principal donde toma forma el largometraje llamado “El hogar al revés”, un film que se ha estrenado recientemente y que retrata la historia íntima de un grupo de adolescentes que llevan con algo más que valor, la heroica acción de mantener intactos sus sueños futuros en medio de un contexto con todo tipo de carencias que apenas y permite hacerse ilusiones sobre la vida. La dignidad de ellos y sus familias sacan a flote una historia que por momentos hace perder la respiración.
El retrato es duro, es otra bofetada para discutir si la propuesta de vivienda para la clase trabajadora de este país -que sigue vigente- debe continuar su incesante e irresponsable inercia. Es otro llamado de atención a diversos niveles para cuestionar cuánto tiempo más podrá soportarse el quebranto social y el aislamiento que estos desarrollos traen consigo.

“Urbi Villa del Prado, como todas, está ubicada en las periferias de la ciudad, lejana de la vida urbana y su riqueza. Sus habitantes deben dedicar largas horas del día para llegar a trabajar y regresar a casa”. Los que se quedan, niños y jóvenes, –explica Itzel Martínez- no tienen espacios públicos recreativos a su alrededor, los pocos parques que hay están en muy malas condiciones y se encuentran tomados por las pandillas. De día y de noche se siente la inseguridad en la zona: robos, asaltos, violaciones, drogas, están latentes.  Una colonia monocromática, seca, rodeada de tierra, aburrida. “Donde las casas son silenciosas o demasiado ruidosas con música a todo volumen, como intentando expandir el territorio personal a través del sonido, o queriendo reventar el interior con sus vibraciones. El calor es intenso y la sequedad presente en toda la piel”.

¿Cómo se soporta la monotonía, la soledad y el deseo de sobresalir en un lugar como este? “El hogar al revés” aproxima de una forma contundente a ese lado de la realidad que tanto nos cuesta ver. Un vez más, la reflexión –como ya va siendo costumbre- no llega desde el campo de la arquitectura, esta ocasión lo hace la acción cinematográfica, y lo hace dejando incomprensiblemente un sentido de optimismo que permite pensar que como personas podemos sobreponernos a todo tipo de pruebas para cambiar nuestra historia personal, inclusive la más adversas y las más rapaces, todas ellas y otras condiciones mucho peores que bien ilustra el tema de la vivienda en México.

Este film es por mucho una referencia obligada. 

Aquí puede ver el tráiler:https://vimeo.com/107842702

 

 * Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario FONCA 2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la Revista Domus México, América Central y el Caribe.

 

lunes, 9 de febrero de 2015

Ya sé que no aplauden

 

Marcos Betanzos @MBetanzo


Se equivoca quien piensa que los tiempos recientes se caracterizan por la incredulidad, la desconfianza, el descontento y el poco rumbo que muestran nuestras instituciones y nuestros gobernantes. Desde hace años estamos en medio de una marisma que, dejando de lado el pesimismo y el coraje, estableció el humor involuntario como instrumento de desfogue, una válvula de escape que apenas nos permite romper –o tal vez, disimular- el drama de nuestra infame realidad. Se trata de un proceso en el cual se reduce a fuego lento la exigencia pública y se obtiene un “meme”, la ridiculización pública de una situación imposible de modificar(nos). Al reírnos la herida nos duele, ponemos el dedo en la llaga pero no cambia(mos) nada. Seguimos siendo un retrato de lo que más aborrecemos.

Así de “meme” en “meme”, vamos viendo cómo no hay formas de cambio reales. Los problemas y las contingencias se vuelven actos cíclicos: hace años la guardería ABC, hace días el hospital materno infantil en Cuajimalpa. Todos los sucesos recientes tienen sus actos similares en el pasado, todos, inclusive el reproche de nuestro presidente por un aplauso inmerecido que, acostumbrado a la simulación, exige sin reparo. El “ya sé que no aplauden”, es otra postal de ese mundo donde todo va bien, una ilusión personal, pura fantasía.

En el gremio de los arquitectos las cosas no van muy lejos de esa tendencia: la meritocracia tiene a sus actores bien ubicados y en medio de la descalificación, la arrogancia, la complicidad o la impunidad de profesionales que se han prestado a satisfacer las fantasías de poder de funcionarios de todo nivel; las acusaciones o las inconsistencias siguen ridiculizando una profesión que parece ser la ramera más complaciente de la ciudad y que también exige su aplauso. Es inevitable afirmar que mientras esa siga siendo la constante y nadie dé un paso en contrasentido, todos los inocentes involucrados seguirán haciendo uso de un sistema que permite ocultarse unos tras otros sin miramientos. Proyectos adjudicados directamente por doquier, que se presumen y que se premian; proyectos huérfanos ante la menor controversia o crítica, muchos –la gran mayoría- erigidos con recursos públicos u otros con gran impacto en el mismo ámbito.

Claro que se puede hablar de los proyectos que Consuelo Sáizar ordenó considerándolos “obras de arte”, tanto como los que se han señalado en la delegación Miguel Hidalgo y también los de Iztapalapa, ejemplos sobran. Ya superado u olvidado con humor y con descalificaciones esas y otras obras, ¿será posible pensar que la transparencia –la mayor exigencia pública de nuestro tiempo- en la arquitectura dejará de ser una metáfora descriptiva para convertirse en una cualidad irrefutable de su sistema de producción? Si tenemos el gobierno que merecemos, entonces, ¿tenemos la ciudad que merecemos con la arquitectura que merece?

Juhani Pallasmaa nos dice que, en un mundo cada vez más trasformado en ficción por una arquitectura de la imagen comercializada y por la atractiva y seductora arquitectura de la imagen retiniana, la tarea del arquitecto crítico, profundo y responsable es crear y defender el sentido de lo real en lugar de crear o respaldar un mundo de fantasía (…). “En un mundo de simulacros, simulaciones y virtualidad, la tarea ética de los arquitectos consiste en proporcionar una piedra de toque de la realidad”.

¿Podemos comenzar con dejar las cosas claras cambiando las reglas del juego?

http://www.portavoz.tv/2015/02/04/ya-se-aplauden/

domingo, 8 de febrero de 2015

Arquitectos por la transparencia

Arquitectos por la transparencia 

-Marcos Betanzos @MBetanzos


Una iniciativa denominada “Arquitectos: por la transparencia en la obra pública” a la que ha convocado firmar Alejandro Hernández Gálvez ha comenzado a circular en las redes sociales, la causa básicamente se ha concentrado en asumir un compromiso profesional para no ser parte del sistema de adjudicaciones directas en cuanto a proyectos públicos se refiere. Con sólo seis días de estar en la red, se han firmado poco más de 330 personas. No son muchas para la cantidad de arquitectos que existen en la Ciudad de México o en el país, ni son pocas para ningunear el posible nivel de compromiso que algunos pueden asumir si este tipo de iniciativas llegara a otro nivel de exigencia.
Esta iniciativa da muestra de muchas cosas, por ejemplo de la necesidad de llevar a un nivel y plataforma distinta el vox populi (la queja, el chiste simplón o el argumento mejor armado), en donde al menos, sea posible registrar objetivamente la intención de generar un cambio en el método de producción de nuestra práctica arquitectónica, toda vez que ésta tiene injerencia en nuestra vida ciudadana; asimismo es un indicador de la participación gremial cuando de formar parte de una decisión comprometedora se trata: nadie –habrá que ver hasta qué punto se desmiente esta generalización- en su sano juicio quiere arriesgarse a ser excluido de las rebanadas del pastel y menos hacerlo por cuenta propia.
 Los que han firmado, tal como lo dije hace días son, los que seguramente quieren no sólo garantizar que los procesos de adjudicación sean mucho más democráticos sino que sean más justos, que sean sobre todo más transparentes. Lo harán los que buscan tener una oportunidad de trabajo bajo un sistema más incluyente que permita un campo de juego más parejo, mucho más horizontal. Lo harán los jóvenes, arquitectos recién egresados que ven en los concursos una nueva forma de poner en práctica lo aprendido y validar sus conocimientos con situaciones reales. Lo harán los que no tienen nada que perder, los que aún no han ganado nada.
 
Y es ahí donde surge la pregunta incomoda ¿firmarán los que ya gozan de privilegios conocidos, de encomiendas y de adjudicaciones o simplemente se mantendrán la margen? ¿Harán lo políticamente correcto, que es firmar y apoyar la causa públicamente y en lo privado mantener la estructura del sistema del dedazo?  ¿O callarán desviando la mirada? 
Si firman, estaremos frente a un acto que simbólicamente los compromete -porque hay que decir que esta petición sólo alcanza ese nivel de compromiso-; si firman estaremos ante una manifestación ejemplar que de tomarse con seriedad puede dar una verdadera pauta para romper las inercias que han caracterizado a nuestro gremio; si firman harán un gesto mínimo de congruencia o quizá otro mayor de cínica hipocresía que compruebe hasta qué punto se comulga con la idea de mantener un sistema donde la discrecionalidad impera.  
Habrá que ver, si en la medida de lo posible es viable hacer pública la lista de quienes han firmado. Esto con la finalidad de dar seguimiento y engrosar la causa más que para generar un reconocimiento o un linchamiento público. Es un buen inicio, habrá que ver qué tipo de resultados se generan. Siempre se correrá el riesgo de pensar que una idea como esta puede maniatar los procesos de trabajo, pero no debe desestimarse que este mecanismo, de consolidarse como un proceso cultural representa una oportunidad valiosa para dejar claro con cuánta asepsia podemos trabajar por el bien común de las ciudades en las que vivimos.

Aquí el link para firmar:



https://www.change.org/p/arquitectos-por-la-transparencia-en-la-obra-p%C3%BAblica?recruiter=63687811&utm_source=share_petition&utm_medium=twitter&utm_campaign=share_twitter_responsive

miércoles, 4 de febrero de 2015

Ya sé que no aplauden

Ya sé que no aplauden



Marcos Betanzos @MBetanzos



Se equivoca quien piensa que los tiempos recientes se caracterizan por
la incredulidad, la desconfianza, el descontento y el poco rumbo que
muestran nuestras instituciones y nuestros gobernantes. Desde hace años
estamos en medio de una marisma que, dejando de lado el pesimismo y el
coraje, estableció el humor involuntario como instrumento de desfogue,
una válvula de escape que apenas nos permite romper –o tal vez,
disimular- el drama de nuestra infame realidad. Se trata de un proceso
en el cual se reduce a fuego lento la exigencia pública y se obtiene un “meme”,
la ridiculización pública de una situación imposible de modificar(nos).
Al reírnos la herida nos duele, ponemos el dedo en la llaga pero no
cambia(mos) nada. Seguimos siendo un retrato de lo que más aborrecemos.



Ya sé que no aplauden

Ya sé que no aplauden