Renuncia a la utopía
Marcos Betanzos* @Mbetanzos
Tan cercano a
nosotros está la idea utópica de las ciudades en el futuro como lejana de ser
un pronóstico confiable y certero. Los medios, en especial el cine han hecho
que dentro del imaginario colectivo se establezca cierta fijación por la
estética “futurista”, por la movilidad que enfatiza el dominio de la gravedad y
por la autonomía de nuestros sistemas de comunicación; entre muchos otros
aspectos.
El cine, nos lleva ventaja. Muchas
de las cosas que hoy en día apreciamos como parte de escenarios que configuran
la ciencia ficción son experimentos producidos por el software que la
arquitectura ha empleado con un desfase de casi dos décadas, vamos siempre
detrás de la representación cinematográfica aunque es evidente que el tema le
ha interesado (obsesionado también) a un sinfín de arquitectos, urbanistas y
diseñadores desde hace mucho tiempo.
Lo anterior –debe decirse-, no sólo
ha sido empleado como herramienta para imaginar que viviremos en mejores circunstancias,
es decir abordándolo desde una posición positiva y onírica, en muchos casos
estas ideas utópicas han servido para evidenciar carencias y frivolidades del
momento vivido por sus autores. Estas visiones señalan rumbos y perfilan trayectorias,
plantean temas a desarrollar y generan cuestionamientos que al paso del tiempo
se convierten en ideas, en objetivos concretos.
“La arquitectura cultiva sus
problemas y sus tareas, que las nuevas circunstancias sitúan en términos
objetivos y no mistificados. La respuesta llega con retraso, como siempre…”,
escribió el historiador Leonardo Benevolo, y tiene toda la razón.
Por lo pronto esa visión futurista
de la disciplina presenta una clara bifurcación temática: por un lado, aquella
que acompaña los avances tecnológicos y el desarrollo científico; y por el
otro, la vinculación con las preocupaciones e ideales globales que fomentan
retos y transformaciones de nuestro contexto social.
Visión local
México enfrenta
sus propias utopías, muchas de ellas basadas en la reactivación de pasivos naturales
y zonas geográficas que configuran un nuevo esquema de cohesión colectiva, de
interacción y detonación multifactorial. Lejana a la visión de una metrópoli
espectáculo, los arquitectos y urbanistas tienen el reto descomunal de
interactuar con otras disciplinas para abordar de forma holística una serie de
carencias que requieren mucho más que imaginación y delirio personal.
Otras serán las
realidades que habrá que sortear antes de llegar a ese tiempo futuro donde la
vida se desarrolle de manera automática. Antes, pero mucho antes que eso suceda
habrá que resarcir los surcos que nos habrá dejado la construcción de guetos y
de pequeñas comunas dominadas por el aislamiento y la carente dignificación de
la vida. Las piezas o edificios “de diseñador”, tendrán que dejar el paso
abierto a una configuración de conjunto, por fortuna algunos personajes ya han
comenzado a dar esos pequeños pasos.
Cuestión de
tiempo y de optimismo para que muchas de las voluntades puedan alinearse. La utopía
o la imaginación desbordada de algunos ayudan a que el horizonte colectivo
tenga proximidad, vínculo real e impacto directo. Dentro de la profesión, hay
mucho más fondo que la producción de imágenes seductoras y en ello aunque el
cine nos lleve ventajas que parecen inalcanzables, la realidad no cesa y las
necesidades parecen apremiar.
De la mano de la
arquitectura las soluciones llegarán pero no por sí misma, sino por influencia
de otros campos del conocimiento o de poder. Esto si se quiere que la evolución
y el cambio se consiga no sólo en el ámbito de la representación y la
producción formal. Si se desea lo contrario, el papel del genio creador, le
viene bien a la utopía de soñar que un día nos tele transportaremos.