Por Marcos Betanzos*
@MBetanzos
Por cuestión de tradición cada primer lunes de octubre la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) celebra a nivel mundial el día del Arquitecto, en México desde el 2004 lo celebramos (también) el 1 de octubre, la fecha sirve de poco o para nada si se tiene la finalidad de reflexionar en torno al papel del profesional ante sus compromisos fundamentales que ya no se sabe a ciencia cierta cuáles son. En medio de la marisma de la cursilería, sobran las representaciones de una festividad ociosa que parece ser la exigencia ingrata de un calendario absurdo. Siempre he pensado que en un país donde la arquitectura parece un asunto exclusivo, celebrar con vítores el supuesto impacto benéfico de sus creadores, como si fuera una verdad absoluta e irrefutable es un tanto cuanto ridículo.
Así
pasó una vez más el primer día de octubre, las redes sociales se inundaron de
esas pasiones desbordadas que aterrizan siempre en la manufactura del meme y
que traen consigo la consigna del chiste simplón. Por un lado eso y por otro,
los desbordes gremiales –igual de inútiles- que sirven para “reunir” -en su
acepción más superficial- a un gremio diseminado, dispuesto inclusive a la
autocelebración que le permite reivindicar vínculos de poder en mecanismos
inalterables con el único sector al que le respetan su fuerza instrumentadora
para funcionar dentro del engranaje nacional: el político. Todo sucede (sigue
pasando y pasará, en tiempos futuros) con un simple desayuno o una comilona
complaciente.
Bien
vale la pena recordar que en la edición del Diario Oficial de la Federación que
validaba la celebración ya mencionada se enunciaba, entre otras, tres razones
que cimentaban la conmemoración de la fecha:
1.-
Que la arquitectura ha constituido a lo largo de la historia una expresión
cultural particularmente trascendente de la humanidad, en razón de que en ella
encuentran expresión: el devenir histórico, la idiosincrasia, los valores, las
creencias, los anhelos y las formas de ver la vida de los grupos humanos.
2.-Que la arquitectura mexicana ha alcanzado logros trascendentes en distintos momentos de nuestra historia y que arquitectos mexicanos han conquistado un lugar relevante en la arquitectura mundial por su estilo singular, prestigiando a México a nivel internacional.
3.- Que el ejercicio de la profesión de arquitecto aporta a la comunidad numerosos beneficios de carácter social, los cuales, en las diferentes vertientes de la arquitectura, reditúan en favor de la población del país.
Una
resonancia digna que nos obliga a reflexionar esta fecha, sería la de retomar
el primer punto y actualizarlo incorporando el principal reto y demanda de la
sociedad de nuestros días, la transparencia y la rendición de cuentas; dejaría
atrás los logros pasados de personajes y la ponderación de un estilo mexicano para
hacer que la igualdad de oportunidades sea una verdadera garantía, mecanismo y logro
colectivo de una profesión que no se consolida a través de solipsismos, y
finalmente, haría realidad el tercero mencionado, que según se ve desde las
aulas y en la práctica profesional, es pura demagogia. Suena bien pero es
mentira.
Por
lo mientras, y como sé que no todos han sido cortados con la misma tijera,
felicito ocho días después a esos que hacen de su trabajo diario algo más que
un sistema de acomodo personal, a ellos y a ellas mi más amplio reconocimiento porque
siguen siendo necesarios en las aulas, en las calles, en los medios y en la
ciudad. ¡Quedan pocos, hay que valorarlos, rastrearlos siempre porque parecen
imperceptibles y sin duda son inspiradores!
*
Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y
articulista independiente. Becario FONCA 2012-213 por su proyecto
#BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la Revista
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