miércoles, 28 de enero de 2015

Mecanismos de poder 

Por Marcos Betanzos @MBetanzos

 

Escena 1: Se vuelve viral el video donde el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco da una bofetada a uno de los miembros de su equipo.

 
Escena 2: El mismo gobernador en un evento público hace manifiesta su “más sincera disculpa” y permite que el agraviado le propine dos bofetadas. Antes le promete muchos años de trabajo.

 
Escena 3: Aparece la pregunta incomoda: ¿Cómo abofeteamos los arquitectos a nuestros colaboradores? 
  

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En días recientes pregunté si era legal que algunos despachos exigieran, una vez que te han contratado, firmar hojas en blanco con el argumento de que eso formaba parte de la política de la empresa. Lo hice ante la consulta que un amigo cercano me hacía sobre su nueva oportunidad laboral que pronto lo d

ecepcionó. Estaba desconcertado: ¿es posible que me pidan eso, para qué lo quieren? Nunca había oído que ese tipo de prácticas se realizaran. Acababa de llegar a la Ciudad de México. Sigue buscando trabajo. 


Está mal decirlo pero ya nada sorprende. Lo del gobernador fue un “accidente incidental” sólo porque salió a la luz, porque no hubo forma de encubrirlo y entonces indignó de sobremanera. Queda pendiente analizar qué tan auténtica es esa indignación que se expresa porque nadie negará que en nuestra sociedad hay cierta adición a las demostraciones de poder por el poder: bien sabido es que aquí se chinga a quién se puede o se deja chingar. ¿Cierto? 


Entonces, en el límite de expresar nuestra indignación porque es lo políticamente correcto se encuentra una tarea pendiente por cumplir donde cabe cuestionar si puede esa indignación llegar, por ejemplo al centro de cada oficina de arquitectos de este país, simplemente para respondernos, ¿cómo abofeteamos los arquitectos a nuestros colaboradores?  

La lista se vuelve interminable. Prácticas comunes de males ancestrales en el desempeño de un oficio que poco parece entender sobre derechos laborales y mucho entiende del cumplimiento -a cualquier precio- de las obligaciones dictatoriales que ejerce el maestro al aprendiz. Acoso, trabajos sin pago, horas extras nunca retribuidas, un ninguneo sistemático al esfuerzo individual, omisión de créditos en colaboraciones, segregación, discriminación, maltrato, falta de seguridad social y un gran etcétera. Todo ya normalizado para quien decida ser arquitecto y tenga cierto apego a la sumisión heroica o simplemente, como la gran mayoría en este país: necesidad de trabajar.

También por eso, ya podemos comenzar a mostrar nuestra indignación y hacer algo al respecto. ¿O aún no es tiempo? 
 
 
 
Fotografías: Marcos Betanzos
* Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario FONCA 2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la Revista Domus México, América Central y el Caribe. 

 



lunes, 19 de enero de 2015

#BORDOS100 será presentado en el marco de ZONA MACO 2015 

Nos vemos en el Centro Banamex del 4 al 8 de Febrero

+ INFO: #BORDOS100 

viernes, 9 de enero de 2015

La Visual de... Ricardo Porro


Por Marcos Betanzos @MBetanzos

 

Ricardo Porro murió el 25 de diciembre de 2014 en Paris. Su trayectoria se colmó de un buen número de obras construidas –nunca tantas como las que incesantemente proyectó-, y su paso notable por la academia en Venezuela y Francia: arquitecto forjador de innumerables generaciones confrontó y padeció –al igual que su obra- el rigor del castigo ideológico, propio de la controversia y tensión post revolucionaria de su país natal, Cuba. 

Nominado en 1994 para recibir el Premio Pritzker y acreedor de otros tantos premios de carácter internacional es reconocido en todo el mundo por comenzar en 1959 su gestión como coordinador general del proyecto de las Escuelas Nacionales de Arte que entre 1961 y 1965 construiría en los terrenos del barrio de Cubanacan en las afueras de La Habana, contando con la colaboración de Vittorio Garatti quien realizaría la escuela de Ballet y la de Música y Roberto Gottardi, autor de la escuela de Artes Dramáticas. A su cargo estarían la escuela de Artes Plásticas y de Danza Moderna. 

Roberto Segre (1934-2013), refirió en numerosas ocasiones el valor de la arquitectura de las Escuelas Nacionales de Arte de La Habana, éstas afirmaba: “constituyen uno de los principales íconos urbanos de la primera etapa de la Revolución cubana, caracterizada por su contenido romántico, pasional, más surrealista que socialista”. Estos dos proyectos que realizó, son puerta de entrada a una obra colmada de compromiso y oficio, atenta al detalle, a la técnica constructiva y la emoción, en ellos Porro evidenció que su arquitectura “trata de decir, no es abstracta” y por ello, estudiosos como la arquitecta Eliana Cárdenas (1950-2010), afirmaban que en su trabajo lo tropical, la africanía cubana y la sensualidad tienen papeles protagónicos. 

En Artes plásticas la simbiosis entre interior y exterior se logra con un patio central y galerías reinterpretadas de la arquitectura tradicional de la isla. Con la bóveda catalana como elemento formal, portante y expresivo, Porro logró grandes espacios cubiertos por formas redondeadas que, junto con la fuente en forma de papaya, se asocian con lo sensual, metáfora de los senos y la vulva de una mujer. Ricardo Porro afirmaba que el plan general de Danza moderna rememora un golpe de gran impacto sobre un cristal, metáfora de la repercusión de la Revolución cubana. Porro hizo gala de su convicción de que “arquitectura no solo es forma sino contenido” reiterando tres principios básicos que rigieron este proyecto: a) utilizar el ladrillo como material constructivo predominante; b) adaptarse a las condicionantes topográficas del paisaje; c) lograr la máxima libertad compositiva en la organización de las funciones: diversidad en la unidad.  


Este gran proyecto integrado por cinco escuelas disimiles pero conectadas por su lenguaje arquitectónico libre de ataduras con el inmediato pasado, que reformularon los vínculos entre historia, sociedad, cultura e ideología, son parte de la herencia de este arquitecto que aún condenadas al abandono, el olvido y la destrucción, siguen en espera de que su reconocimiento y trascendencia en la cultura arquitectónica les hagan justicia. Tal como afirmó Gerardo Mosquera, estas obras se convirtieron en las primeras ruinas postmodernas de las Antillas, con la muerte de su autor, aún persiste el optimismo de que vuelvan a resurgir.