Hace unos días se anunció que ésta era la fotografía más cara del mundo, el debate más que el análisis de la obra giró en torno a la enorme cifra que había alcanzado: 3.2 millones de Euros por el trabajo de Andreas Gursky (3.0m x 1.80m), resultado de una edición de seis imágenes tomadas en 1999.
Las bromas, el comentario facilón o los abstractos resúmenes de expertos como John P. Galassi quién dijo que “Rhein II envuelve al espectador en la belleza pura de su escena" me hicieron cuestionarme -quizá intentar justificar- cómo una obra de esta naturaleza alcanza un valor (económico, aclaro) de esta magnitud. Pensé varias cosas como la posible conceptualización, el tiempo dedicado a construir la imagen que el autor quería, su estética, etc. Al final no lo logré, por ese camino -desde mi punto de vista no había una justificación válida.
De pronto pensé en algo que sí puede justificarlo, por lo menos para mí. De acuerdo a Héraclito de Efeso, ese filósofo Griego (535 a. C.-484 a. C.), nadie puede bañarse en el mismo río dos veces, porque todo cambia, porque sus aguas no son las mismas, porque la sola presencia del tiempo transforma.
Pensando en ello, lo que Andreas Gursky logró (Leipzig, 1955) fue capturar ese Río Rin que ya no existe, es paisaje que con su movimiento continuo desapareció, ese momento que pocos -o quizá sólo él- pudieron ver y que hoy es visto por millones de personas, el instante mismo en que renace lo cotidiano y el que observa también sabe que ha muerto.
Si bien es cierto que el mercadeo artístico o la especulación es una de las reglas que dominan los tiempos, desde el campo de la filosofía quizá sí podría justificarse el costo de esta obra. Al menos a mí esa perspectiva me abre más posibilidades que imaginar que yo puedo hacer una réplica de igual valor técnico y estético. Es absolutamente imposible, los audaces que piensan eso ignoran que ese escenario (lugar y tiempo) jamás los iba a esperar.
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