La visual de…
México en Venecia (2da. Parte)
Por Marcos Betanzos* @MBetanzos
Salvador Quiroz Ennis, es fundador del
despacho CONCEPTO M, dedicado al diseño museológico, museografía y construcción
para exhibiciones y museos. Formado como diseñador industrial, se ha
desarrollado profesionalmente en arquitectura, ecología e instalaciones
kineticas. Quiroz Ennis es alguien que
vivió el proceso y que conoce desde adentro todas las carencias de una fallida
representación nacional en la Bienal de Arquitectura de Venecia. Sobre este
tema, manifestó en diferentes momentos su interés de hacer públicas las
observaciones que ameritaba su experiencia, ante la ausencia de espacios
editoriales para ello, este espacio personal cede a él esta entrega para darle
cabida a su voz vinculándola con un primer texto http://www.podiomx.com/2012/09/mexico-en-venecia.html
que escribí en este mismo espacio sobre la participación mexicana.
¿Condenados a hacer menos?
Por: Salvador Quiroz Ennis
Después de la inauguración del Pabellón de
México en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2014 habría que profundizar en
varios aspectos de su realización. El INBA acaba de renegociar con la
Fondazione La Biennale di Venezia la cancelación del comodato de nueve años en
la deteriorada Iglesia de San Lorenzo, adquirido por la gestión anterior. Se
trata –la nueva opción- de un espacio modesto en dimensiones y de mejor escala
a nivel financiero: un salón del Arsenale que servirá a México por veinte años
y para al menos 80 exhibiciones culturales de arte, cine, música y
arquitectura.
Los recintos son parte fundamental de
cualquier evento cultural, pero si revisamos cuatro elementos fundamentales de
la exhibición (gestión, curaduría, museología y museografía) y sus
interacciones entre sí, el diagnostico final no es nada afortunado.
La gestión es la columna vertebral. Debe cuidar el
profesionalismo del proceso y la visión futura de sus interacciones.
Desafortunadamente, el INBA permitió que el concepto ganador (del pabellón
mexicano que sostenía el tema Condenados a ser Modernos) del cual fui parte
solo hasta el fallo del jurado, concluyera con deficiencias técnicas, de
contenido, de representación, y por ende también de vinculación profesional,
manteniendo los mismos temas institucionales que siguen siendo un obstáculo
para las licitaciones públicas de infraestructura cultural así como para estos
eventos internacionales. Eso no es todo, además existen otros problemas que
condicionan autoritariamente las colaboraciones multi-disciplinarias bajo
intereses que por lo general resultan ser egoístas y poco profesionales y que
limitan esa visión futura que la gestión debe cuidar.
El proyecto, realizado entre enero y mayo del 2014, tuvo
un tiempo de ejecución muy corto. ¿No hubiese sido más conveniente fabricar en
Europa en vez de enviar 1.5 toneladas de material en maletas desde México? El tiempo de realización no sólo afecta la
fabricación del proyecto sino todos los aspectos a desarrollar. Corea y Chile,
por ejemplo, ganadores del León de oro y plata respectivamente, trabajaron la
curaduría e investigación con uno y seis años de anticipación, más un año de
realización museográfica y de producción en ambos casos.
Sabemos que la curaduría general de la Bienal la planteó
el arquitecto Rem Koolhaas con conceptos muy claros. Se habló de una bienal de
arquitectura, no de arquitectos, invitando a mostrar los acontecimientos que
construyeron la modernidad de cada país a partir de aspectos sociales,
políticos, culturales e históricos. Koolhaas revive la idea de la Bienal de
arte, complementando las reflexiones con la inclusión de todos sus segmentos
incluyendo arte, cine y teatro. Una representación con una o varias reflexiones
sobre modernidad con perspectiva y profundidad, no solo arquitectos.
Suiza, por ejemplo, presentó un análisis de los proyectos
del antiarquitecto inglés Cedric Price (1925-2003) y del sociólogo suizo Lucius
Burckhardt (1934-2003), dos visionarios que realizaron poca obra, pero cuya
teoría y vocación de dibujo no sólo han sido herramientas de redefinición de la
arquitectura, sino también una demostración de cómo se puede anticipar el
futuro. Esta exhibición es una coreografía, no de obras seleccionadas, sino de
otra realidad expositiva más viva. Con especialistas moviéndose dentro y fuera
del archivo, mostrando los diferentes facsímiles de los proyectos a los
visitantes, invitando a reflexionar sobre qué tan modernas continúan siendo las
visiones de estos dos pensadores. Es un espacio de libre expresión que no
afirma verdades absolutas. Una museología con una curaduría en proceso y sin
museografía.
Por su parte, México apostó por una pasarela
institucional y ordinaria con talentos reconocidos ya cientos de veces.
Contemporánea en apariencia, pero con un discurso tradicional hecho con fuertes
concesiones arbitrarias, los curadores incluyen también su memorial de
"Las víctimas de la violencia", y deciden definir todos las partes
que conforman la exhibición solos, aún y cuando los gestores del evento
solicitaron equipos multidisciplinarios para su liderazgo. El problema fue, que
el INBA dio un único contrato a los arquitectos, mismo que aprovechan para ser
juez y parte.
Museográficamente hablando, el diseño de una exhibición
debe lograr la traducción emocional de un discurso intelectual, pero en este
caso el resultado final imperó lo ordinario de su curaduría. Primero, el acceso principal al pabellón
mexicano se resolvió del lado colindante al de los Emiratos Árabes, ignorando
el patio privado al otro extremo que era la mejor opción. Esa decisión hizo que
ubicar a México resultara confuso y difícil de encontrar. Segundo, las
soluciones del pabellón carecían de opciones bien investigadas respecto a
materiales y procesos. La solución de la tela envolvente, que era el corazón
emocional de la propuesta, resultó pesada, opaca y perdió la translucidez del
concepto. Queda claro que no todos los proyectistas están entrenados para
resolver detalles de diseño museográfico. Tercero, ¿Por qué no se aceptó la
dinámica sugerida por la Bienal: con los ocho minutos de tiempo promedio por
visitante? La proyección se va a casi veinte minutos de efectismo con una
narrativa fuera de la petición, repetida en los paneles circundantes, baja en
luminosidad y poco clara.
Museológicamente, las exposiciones sobre arquitectura
pueden ser aburridas: maquetas, planos, fotos, croquis, textos. Pero la bienal
de Koolhaas no lo fue, y quiso contar la historia de la modernidad sin
mencionar ningún arquitecto. Por ejemplo, en el caso coreano se unieron dos
ideologías en un solo pabellón. Los daneses poetizaron sobre la estética y la
naturaleza como elementos complementarios de la arquitectura. Los finlandeses
presumieron la sencillez y la materialidad de su diseño. Los rusos ironizaron
sobre el capitalismo mientras los americanos presumían su poderío corporativo.
Sólo haciendo a un lado los nombres detrás de la arquitectura se expresa de
manera más amena la colaboración técnica y creativa del espacio. Ese fue el
principal placer de visitar la Bienal este año, su diversidad cultural e
intelectual.
En el caso mexicano se debió gestionar primero la
curaduría y, luego, la museología como lo hicieron otros países. Planear
ordenadamente —como rara vez hacemos— y, coordinar una auténtica colaboración
entre los distintos actores para establecer comportamientos integrales de una
colaboración, que quizá algún día, nos ponga el ejemplo para ganar un mundial y
más medallas olímpicas por equipos.
Esta desafortunada táctica curatorial, museológica,
museográfica y de gestión del pabellón mexicano en la Bienal secuestró el
espacio conceptual y representativo presentado en el concurso; formó bajo las
perversas y ancestrales mañas entre el Arquitecto y el Poder (en mayúsculas,
por supuesto) un stand de turismo sin visión. Digamos que lejos de representar
nacionalmente a las mentes orquestales, los talentos curatoriales, y la
sensibilidad museológica y museográfica que el país es capaces de hacer; mostró
los malos y comunes procesos que nos condenan demasiado seguido a una miedosa y
vergonzosa imposición banal que perjudica a todos los gremios del arte y la
cultura, y que además sigue formando parte de todas las licitaciones de
infraestructura nacionales que comparten el mismo problema: la forma antes que el
fondo. ¿Condenados a ser modernos? Me temo que no.