viernes, 26 de septiembre de 2014






#BORDOS100, un proyecto apoyado gracias al programa Jovenes Creadores del FONCA - CONACULTA ha sido publicado en la revista Evolo Magazine No. 6 Digital & Parametric Architecture (EUA). Sep. 2014.


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jueves, 25 de septiembre de 2014

La visual de…

México en Venecia (2da. Parte) 


Por Marcos Betanzos* @MBetanzos

Salvador Quiroz Ennis, es fundador del despacho CONCEPTO M, dedicado al diseño museológico, museografía y construcción para exhibiciones y museos. Formado como diseñador industrial, se ha desarrollado profesionalmente en arquitectura, ecología e instalaciones kineticas.  Quiroz Ennis es alguien que vivió el proceso y que conoce desde adentro todas las carencias de una fallida representación nacional en la Bienal de Arquitectura de Venecia. Sobre este tema, manifestó en diferentes momentos su interés de hacer públicas las observaciones que ameritaba su experiencia, ante la ausencia de espacios editoriales para ello, este espacio personal cede a él esta entrega para darle cabida a su voz vinculándola con un primer texto http://www.podiomx.com/2012/09/mexico-en-venecia.html que escribí en este mismo espacio sobre la participación mexicana. 

¿Condenados a hacer menos?

Por: Salvador Quiroz Ennis
Después de la inauguración del Pabellón de México en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2014 habría que profundizar en varios aspectos de su realización. El INBA acaba de renegociar con la Fondazione La Biennale di Venezia la cancelación del comodato de nueve años en la deteriorada Iglesia de San Lorenzo, adquirido por la gestión anterior. Se trata –la nueva opción- de un espacio modesto en dimensiones y de mejor escala a nivel financiero: un salón del Arsenale que servirá a México por veinte años y para al menos 80 exhibiciones culturales de arte, cine, música y arquitectura.
Los recintos son parte fundamental de cualquier evento cultural, pero si revisamos cuatro elementos fundamentales de la exhibición (gestión, curaduría, museología y museografía) y sus interacciones entre sí, el diagnostico final no es nada afortunado.
 
La gestión es la columna vertebral. Debe cuidar el profesionalismo del proceso y la visión futura de sus interacciones. Desafortunadamente, el INBA permitió que el concepto ganador (del pabellón mexicano que sostenía el tema Condenados a ser Modernos) del cual fui parte solo hasta el fallo del jurado, concluyera con deficiencias técnicas, de contenido, de representación, y por ende también de vinculación profesional, manteniendo los mismos temas institucionales que siguen siendo un obstáculo para las licitaciones públicas de infraestructura cultural así como para estos eventos internacionales. Eso no es todo, además existen otros problemas que condicionan autoritariamente las colaboraciones multi-disciplinarias bajo intereses que por lo general resultan ser egoístas y poco profesionales y que limitan esa visión futura que la gestión debe cuidar.

El proyecto, realizado entre enero y mayo del 2014, tuvo un tiempo de ejecución muy corto. ¿No hubiese sido más conveniente fabricar en Europa en vez de enviar 1.5 toneladas de material en maletas desde México?   El tiempo de realización no sólo afecta la fabricación del proyecto sino todos los aspectos a desarrollar. Corea y Chile, por ejemplo, ganadores del León de oro y plata respectivamente, trabajaron la curaduría e investigación con uno y seis años de anticipación, más un año de realización museográfica y de producción en ambos casos.
Sabemos que la curaduría general de la Bienal la planteó el arquitecto Rem Koolhaas con conceptos muy claros. Se habló de una bienal de arquitectura, no de arquitectos, invitando a mostrar los acontecimientos que construyeron la modernidad de cada país a partir de aspectos sociales, políticos, culturales e históricos. Koolhaas revive la idea de la Bienal de arte, complementando las reflexiones con la inclusión de todos sus segmentos incluyendo arte, cine y teatro. Una representación con una o varias reflexiones sobre modernidad con perspectiva y profundidad, no solo arquitectos.
 
Suiza, por ejemplo, presentó un análisis de los proyectos del antiarquitecto inglés Cedric Price (1925-2003) y del sociólogo suizo Lucius Burckhardt (1934-2003), dos visionarios que realizaron poca obra, pero cuya teoría y vocación de dibujo no sólo han sido herramientas de redefinición de la arquitectura, sino también una demostración de cómo se puede anticipar el futuro. Esta exhibición es una coreografía, no de obras seleccionadas, sino de otra realidad expositiva más viva. Con especialistas moviéndose dentro y fuera del archivo, mostrando los diferentes facsímiles de los proyectos a los visitantes, invitando a reflexionar sobre qué tan modernas continúan siendo las visiones de estos dos pensadores. Es un espacio de libre expresión que no afirma verdades absolutas. Una museología con una curaduría en proceso y sin museografía.

Por su parte, México apostó por una pasarela institucional y ordinaria con talentos reconocidos ya cientos de veces. Contemporánea en apariencia, pero con un discurso tradicional hecho con fuertes concesiones arbitrarias, los curadores incluyen también su memorial de "Las víctimas de la violencia", y deciden definir todos las partes que conforman la exhibición solos, aún y cuando los gestores del evento solicitaron equipos multidisciplinarios para su liderazgo. El problema fue, que el INBA dio un único contrato a los arquitectos, mismo que aprovechan para ser juez y parte.
Museográficamente hablando, el diseño de una exhibición debe lograr la traducción emocional de un discurso intelectual, pero en este caso el resultado final imperó lo ordinario de su curaduría.  Primero, el acceso principal al pabellón mexicano se resolvió del lado colindante al de los Emiratos Árabes, ignorando el patio privado al otro extremo que era la mejor opción. Esa decisión hizo que ubicar a México resultara confuso y difícil de encontrar. Segundo, las soluciones del pabellón carecían de opciones bien investigadas respecto a materiales y procesos. La solución de la tela envolvente, que era el corazón emocional de la propuesta, resultó pesada, opaca y perdió la translucidez del concepto. Queda claro que no todos los proyectistas están entrenados para resolver detalles de diseño museográfico. Tercero, ¿Por qué no se aceptó la dinámica sugerida por la Bienal: con los ocho minutos de tiempo promedio por visitante? La proyección se va a casi veinte minutos de efectismo con una narrativa fuera de la petición, repetida en los paneles circundantes, baja en luminosidad y poco clara.
Museológicamente, las exposiciones sobre arquitectura pueden ser aburridas: maquetas, planos, fotos, croquis, textos. Pero la bienal de Koolhaas no lo fue, y quiso contar la historia de la modernidad sin mencionar ningún arquitecto. Por ejemplo, en el caso coreano se unieron dos ideologías en un solo pabellón. Los daneses poetizaron sobre la estética y la naturaleza como elementos complementarios de la arquitectura. Los finlandeses presumieron la sencillez y la materialidad de su diseño. Los rusos ironizaron sobre el capitalismo mientras los americanos presumían su poderío corporativo. Sólo haciendo a un lado los nombres detrás de la arquitectura se expresa de manera más amena la colaboración técnica y creativa del espacio. Ese fue el principal placer de visitar la Bienal este año, su diversidad cultural e intelectual.
En el caso mexicano se debió gestionar primero la curaduría y, luego, la museología como lo hicieron otros países. Planear ordenadamente —como rara vez hacemos— y, coordinar una auténtica colaboración entre los distintos actores para establecer comportamientos integrales de una colaboración, que quizá algún día, nos ponga el ejemplo para ganar un mundial y más medallas olímpicas por equipos.
Esta desafortunada táctica curatorial, museológica, museográfica y de gestión del pabellón mexicano en la Bienal secuestró el espacio conceptual y representativo presentado en el concurso; formó bajo las perversas y ancestrales mañas entre el Arquitecto y el Poder (en mayúsculas, por supuesto) un stand de turismo sin visión. Digamos que lejos de representar nacionalmente a las mentes orquestales, los talentos curatoriales, y la sensibilidad museológica y museográfica que el país es capaces de hacer; mostró los malos y comunes procesos que nos condenan demasiado seguido a una miedosa y vergonzosa imposición banal que perjudica a todos los gremios del arte y la cultura, y que además sigue formando parte de todas las licitaciones de infraestructura nacionales que comparten el mismo problema: la forma antes que el fondo. ¿Condenados a ser modernos? Me temo que no.
 
 
 
 

jueves, 11 de septiembre de 2014

De nopales y serpientes

Marcos Betanzos *

@MBetanzos


“Mediante la gran escala y el miedo, los monumentos arquitectónicos tienen la misión de imponer la voluntad de un poder ausente en el presente vivido: es en la forma de las catedrales o los palacios que la Iglesia y el Estado hablan a las multitudes y les imponen el silencio”.
Georges Bataille

En el marco del segundo informe de gobierno del presidente de la república, Enrique Peña Nieto, se dio a conocer con bombo y platillo, dónde se realizaría y quién estaría a cargo del proyecto para el nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, indudablemente la obra de infraestructura más importante que se realizará en los próximos años. El anuncio sorprendió a medias pero aclaró al mismo tiempo varias sospechas: meses antes se había filtrado información de cómo se integraban las duplas de arquitectos mexicanos y extranjeros invitados sigilosamente a participar en el desarrollo de propuestas; se autonombró ganador el equipo de Teodoro González de León mientras que el de Fernando Romero, sin tales atrevimientos, circulaba con algunas fotografías de las reuniones sostenidas ya con funcionarios en compañía de su mancuerna británica, Sir Norman Foster.
 
Una vez anunciado el falló (de un concurso o asignación de la que pocos sabían), la avalancha de comentarios y ataques mediáticos –contenidos por semanas- se desató. El vox populi que aseguraba que la dupla Romero-Foster se quedaría con todo el pastel que significa construir más de 555,000 m2 se hizo realidad y entonces comenzó un linchamiento que hasta el momento no cesa. La noticia se la llevó el asunto reiterativo de la relación familiar entre el Fernando Romero y el ingeniero Carlos Slim, después vino la mofa del proyecto y más tarde los cuestionamientos más sensatos sobre el método y la forma de garantizar que un proyecto de tal relevancia tenga el sello de Foster y no (por favor) el de Romero.

La obra del sexenio, ha comenzado en medio de un nube de complicidades donde lo más importante no parece ser el diseño arquitectónico, sino todo lo que está detrás sosteniendo la escenografía que justifica el recurrir al diseño de vanguardia y la promesa de la modernidad –una vez más- para hacerle justicia a un país que según la versión oficial del gobierno “se está moviendo”, a causa, seguramente de las frenéticas convulsiones sociales que institucionalmente es imposible de observar.

La presencia de Sir Norman Foster en el proyecto parece ser la mayor carta de garantía para que todo salga de acuerdo a la seductora imagen renderizada de un proyecto monumental que ya supone naves espaciales de última generación deambulando el espacio aéreo mexicano, pero que inevitablemente sigue arraigado -o encajado a la fuerza- al nacionalismo más primitivo en su traducción conceptual, mecanismo eficaz, eso sí, para lograr una eficiente seducción y ceñimiento hacia cualquier discurso político simplón pero emotivo sustentado más que nada en la vacua identidad nacional, en la euforia y la promesa del cambio próspero hacia las masas populares: el típico modus operandi que acostumbra el partido político en el gobierno.


Pero para llegar a tener un Foster en Texcoco hacen falta años y demasiada cultura en cuestión de transparencia, oficio de arquitecto, visión de urbanista, compromiso para gestionar, conocimiento puro y duro, paciencia e hígado para no sucumbir ante funcionarios y vividores de las arcas públicas que son la epidermis de un Estado putrefacto que oculta en el maquillaje las noches de farra, eso o resistir firmemente a las ordenes de un mecenas que pese a todo, puede determinar dónde y cómo debe ubicarse un jardín de rosas por la pura autodeterminación de su “buen y refinado gusto”.

Sinceramente, no creo que Fernando Romero tenga esto para lograrlo, basta ver sus obras concluidas para entender cómo engatusar y entretener no es ni educar ni construir una arquitectura mexicana diferente a otras de valor similar pero con menor pretensión. Con esta obra apelan los arquitectos a cargo y el cuerpo político que se une a ella, a lo monumental, –que no tendría que serlo, salvo si se confunde esto con la escala y se llega al límite de la propaganda constructiva-, la verdadera obra monumental del proyecto no tendría que recaer en la cantidad de metros cuadrados por construir, sino en la instrumentación exenta de manipulaciones turbias que caracteriza la obra pública de este país.

Quien piense que esto se trata sólo de hacerle bullying a Fernando Romero con memes y chistes simplones se equivoca, él es sólo la punta del iceberg. Nadie puede poner en duda su astucia, que sabe lograr sus objetivos y que este sistema donde la arquitectura no garantiza nada, le viene bien. Este es el inicio de su consolidación como arquitecto al servicio del Estado y, también una oportunidad única de demostrar qué puede lograr si antes de desechar opiniones expertas se empeña en conseguir una obra donde no sea su megalomanía el principal factor de decisión.
 
Para Foster, este es un proyecto más. Nada tiene que demostrar y si lo hace con Fernando Romero, si nos da una lección magistral preferiría que un buen proyecto terminado me callara la boca antes de exhibirnos –una vez más- como un país limitado por sus fallos “culturales”, léase corrupción. Dudo mucho que la lección sea ver surgir exitosamente una buena arquitectura en medio de un pantanoso lugar donde el andamiaje que la sustenta no está a prueba de ilegalidades, complicidades, padrinazgos, coqueteos bajo la mesa y reparticiones a priori. El talento se necesita y las genialidades son esenciales para dar pasos hacia adelante pero ¿sabrá Sir Norman Foster de a cómo y con qué se construye en realidad la arquitectura mexicana o pensará como Fernando Romero que nos encontramos “viviendo un momento extraordinario en términos de desarrollo democrático”?


Posdata: Recientemente se anunció que será el equipo de Javier Sánchez quien realizará la CETRAM en las inmediaciones del Metro Chapultepec. Será porque es mejor arquitecto que Romero, será porque es más carismático e indudablemente mejor persona que el fundador de FR-EE o por los amigos que tiene, pero no muchos repararon en criticar o llevar al chiste idiota la adjudicación directa de este proyecto que aunque se gestará con capital privado tendrá un gran impacto en el ámbito público. Apena un poco reconocer que para una y otra arquitectura –sin importar la calidad comprobada de uno y otro despacho-, sea el mismo mecanismo al que se tenga que recurrir para concretar un proyecto de tal magnitud. No es culpa de los arquitectos, es lo que está detrás de ellos (de nosotros). No es ilegal evidentemente, es sencillamente incorrecto.



* Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario FONCA 2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la Revista Domus México, América Central y el Caribe.