Los olvidados: un
antes y un después
Texto y Fotografías: Marcos Betanzos *
@MBetanzos
¿Qué fue de esos terrenos inhóspitos
de clase baja, caracterizados por un cinturón de burdeles, reconocidos e
icónicos que hicieron aún más populares los antiguos barrios de Nonoalco y Tlatelolco
que Luis Buñuel retrató en su célebre cinta Los
Olvidados?
Hacía 1950 Luis Buñuel estrena esa
película que lo hace obtener un lugar y un peso específico en la historia de la
cinematografía nacional. Seleccionó como set de grabación ese barrio, uno de
los tantos lugares que acusaban una versión contrapuesta del discurso oficial
que el gobierno en turno presumía en conjunto con su falsamente cumplida
promesa del progreso social, nada nuevo. Con ese film, Buñuel les hizo ver que
la ciudad tenía aún grandes tajos, cicatrices abiertas de realidades que aún
pululaban en el universo de la marginación. La mirada de quienes vieron esas
escenas, exigieron pensar que lo que ahí se narraba, sí sucedía pero en otro
país –no podía ser el nuestro-, los actos vistos eran sólo producto de la
imaginación de un director delirante y fetichista.
Algún eco debió tener esa osadía de
Buñuel, pues tuvo atributos de epifanía urbana: años más tarde en esos terrenos
de vecindades, talleres de ferrocarrileros, burdeles y más, se construiría uno
de los emblemas arquitectónicos más conocidos del periodo moderno de nuestro
país que se sumaría a la política de las “células urbanas” donde se ubicarían
nuevas unidades habitacionales, principal estrategia del “proceso general de regeneración” que motivó el presidente López
Mateos.
El conjunto que llevaría el nombre del
mandatario y que fue planeada, promovida y diseñada por Mario Pani en conjunto
con Luis Ramos Cunningham y Ricardo de Robina se inauguró el 21 de noviembre de
1964 (17 años más tarde que el CUPA en la colonia del Valle), hoy está a punto
de celebrar sus cinco décadas de vida con su ya cicatrizado e incompleto millón
de metros cuadrados de extensión en la ciudad. La “zona
central de tugurios” que peyorativamente nombró Pani, lo convirtió en uno de
los arquitectos con más metros cuadrados construidos en el país, y sería el
sismo de 1985 el suceso que lo encumbraría, también como uno de los arquitectos
con más metros cuadrados demolidos en su haber.
Es incomprensible este tipo de obras
sin visualizar que, “el afán de integrar las clases sociales formó parte de la
ideología desarrollista difundida en el sexenio de López Mateos y se sustentó
en la visión de que el crecimiento económico es una alianza de clases y que los
logros alcanzados por el impulso de la técnica, en este caso de la
constructiva, debían beneficiar por igual a los estratos sociales”, por esta
razón que argumenta Andrés Jácome Moreno, los departamentos que conforman este
gran proyecto se diseñaron conforme a las necesidades de familias de distintos
niveles económicos. “Para las de ingresos equivalentes al salario mínimo, se construyeron
unidades más económicas en los edificios más pequeños, mientras que a las de
mayores ingresos se reservaban espacios más amplios y con óptimos acabados en
los edificios de mayor altura ubicados en las cercanías del Paseo de la Reforma
en su ampliación norte”.
El Banco Nacional Hipotecario y de
Obras Públicas auspició la mayor parte del proyecto de construcción de
Nonoalco-Tlatelolco, su sede es quizá el edificio más emblemático de la
supermanzana, una torre triangular que sobresale con naturalidad de la creación
de Pani, icono inconfundible, esta torre sigue atrayendo la mirada a pesar de
haber sido desafortunadamente transformada y readaptada para albergar una serie
de oficinas de la SEP.
Tlatelolco
cumple 50 años transformando ese sector de la ciudad, haciendo historia,,
consolidando la identidad de una nueva generación que poco a poco se ha ido
apropiando de esos espacios y dejando testimonio de la preocupación de la
vivienda como tema atemporal de solución pendiente. Aportación de Pani a un
tema que ya se discutía en su momento a nivel mundial (nuevos modelos de
distribución espacial en las unidades habitacionales a gran escala), el
arquitecto demostró que nuestro país podía aportar –nuevamente- una ejemplar
solución basada en un manejo distinto de los bloques modulares que recomponía
la imagen arquitectónica. “Para Pani, tal solución implicaba un planteamiento
cultural: era preciso superar el complejo de inferioridad para emprender la
construcción de magnas obras, como había ocurrido, según él, en el caso de
Ciudad Universitaria”. Esta afirmación de Andrés Jacome, hace pensar que quizá
no todo era complejo, quizá como lo demostró muchos años antes Buñuel, es
simple realidad.
¿Cómo no
celebrar y añorar esa alquimia que permitió que la arquitectura en una de sus
mejores alianzas con la política transformara un muladar?
** Marcos Betanzos (Ciudad de
México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario
FONCA 2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la
Revista
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